La playa de Paleokastritsa, en la hermosa isla de Corfú, debería ser un paraíso, pero para Susan Edwards, una británica de 69 años, se convirtió en una auténtica pesadilla. Esta mujer llegó con su familia buscando el sol y la relajación que tanto anhelaba, pero lo que encontró fue todo lo contrario. Según relata el Daily Mirror, su experiencia fue tan horrible desde el primer momento que decidió compartirlo con el mundo.
Un menú decepcionante
Imagina pagar 750 libras (casi 880 euros) por unas vacaciones de todo incluido y no poder disfrutar ni siquiera de un buen desayuno inglés. Eso es exactamente lo que le ocurrió a Susan. “Era todo incluido, pero no había nada que pudiéramos comer ni beber”, se lamenta. Con colitis ulcerosa, ella sabe bien lo que puede o no puede consumir, y las opciones eran limitadas: vino, cerveza o unos destilados a los que no estaba acostumbrada.
“Por la mañana solo había tostadas o un huevo duro; ¡dónde quedó mi bacon!”, exclama con una mezcla de incredulidad y rabia. A cambio del clásico desayuno británico esperaba algo más sustancioso y familiar. Pero en lugar de eso, tenía mozzarella y tomates en rodajas frente a ella.
Aún así, Susan trató de adaptarse: “Un día nos dieron patatas fritas; ¡una sola vez! Y cada vez que miraba el arroz me hacía sentir harta”. La comida griega llegó en forma de kebabs una noche, pero por desgracia tampoco pudo probarlos.
No es solo la comida lo que arruinó sus vacaciones; la playa privada cercana era inaccesible: “Era tan empinada que no podíamos bajar a disfrutarla”, concluye con desánimo.
Susan dejó claro que estas han sido las peores vacaciones de su vida y esperemos que su historia sirva como aviso para otros viajeros británicos: si buscas pizza y fish and chips en Grecia, quizás deberías pensarlo dos veces antes de hacer las maletas.