En un rincón soleado de la isla Anna María, Florida, una niña de 11 años, Josie Law, se encontró con un pequeño tesoro entre las olas. Mientras paseaba con su familia por la playa, algo brillante llamó su atención. Era una botella de cristal, y lo que había dentro cambiaría su día para siempre.
Con curiosidad desbordante, Josie recogió el frasco y corrió hacia su madre. «¡Mira lo que he encontrado!», exclamó emocionada. Al abrir la botella, descubrieron un mensaje manuscrito que decía: «Hola a todos los que encontraron esto. Se alegrarán de haberlo localizado. ¿Por qué? Porque me reconocerán por este número».
Un lazo inesperado entre dos mundos
Intrigada por el misterioso mensaje, Paris Hoisington, la madre de Josie, decidió enviar un texto al número incluido en la nota. En cuestión de poco tiempo, recibió respuesta. Del otro lado estaba una joven hawaiana de 21 años que reveló que ella y su hermano habían lanzado esa botella al océano desde Oahu hace ocho años. ¡Increíble!
«Y yo dije: ‘Estás bromeando'», recuerda Paris aún asombrada. La autora del mensaje tenía apenas 13 años cuando decidió dejar su huella en el mar.
Bobby Deskins, un meteorólogo local, añadió con cierta incredulidad que aunque parece improbable que esa botella haya flotado desde Hawái hasta Florida, en el mundo natural todo puede pasar. Esto nos recuerda lo maravillosa e impredecible que puede ser la naturaleza.