Imagina vivir en un lugar donde, de repente, el aire se vuelve irrespirable. Esto es lo que sucedió en Lice, una pequeña localidad de Turquía, donde los 25.000 habitantes terminaron intoxicados por un grave error policial. Todo comenzó el pasado 18 de abril, cuando las autoridades decidieron incautar más de 20 toneladas de cannabis en pleno centro del pueblo. En vez de manejar la situación con cuidado, optaron por quemarlo y ¡vaya que lo hicieron!
Una humareda peligrosa y desconcertante
La quema desató una nube tóxica que envolvió a Lice durante días. Los vecinos no podían salir sin arriesgarse a marearse o sufrir alucinaciones. «No podemos abrir las ventanas», se lamentaba uno de ellos mientras corría al hospital con sus hijos enfermos. El miedo era palpable; el olor a droga llenaba las calles y la preocupación crecía entre todos.
No solo los ciudadanos estaban indignados; también miembros de asociaciones contra las drogas levantaron su voz. Yahya Öer, activista conocido, criticó duramente esta manera tan drástica e irresponsable de combatir el problema: «Es importante luchar contra el consumo, pero ¿es esta realmente la forma correcta?» Se preguntaba entre frustraciones.
Aquí lo curioso es que para estas incautaciones—que sumarían un valor aproximado de 227 millones de euros—las autoridades decidieron escribir el nombre del pueblo en llamas como parte del espectáculo. Un intento fallido por generar conciencia que terminó volviéndose contra ellos mismos.
«Podría haberse hecho en fábricas con filtros», apuntó Öer ante la prensa, subrayando cómo este tipo de acciones pueden causar daños serios a personas inocentes: intoxicaciones similares a las del humo del tabaco para fumadores pasivos.
A veces nos preguntamos si realmente hay alguien pensando antes de actuar. Este caso es claro ejemplo de cómo tirarlo todo a la basura puede tener consecuencias devastadoras para quienes solo querían vivir tranquilamente.