Jon Hernández, un divulgador de inteligencia artificial que ha levantado bastante revuelo, se sienta a charlar en el pódcast de 20minutos y lanza una afirmación que nos hace reflexionar: «Utilizar la IA como psicólogo es como usar Excel para que te diga qué hacer con tu novia». Y es que hoy en día, parece que todos queremos buscar soluciones rápidas a nuestros problemas emocionales a través de máquinas. Pero, ¿es esto realmente lo más sensato?
La conexión humana frente al algoritmo
En un mundo donde la tecnología avanza a pasos agigantados, Jon señala una tendencia preocupante: la gente está utilizando herramientas como ChatGPT o Gemini AI no solo para resolver tareas cotidianas, sino también para buscar apoyo emocional. Él comenta que la IA ha llegado para quedarse y cambiará radicalmente nuestra forma de interactuar en los próximos años. Sin embargo, él mismo advierte: «A pesar del hype alrededor de la IA, las personas subestiman su impacto real en nuestras vidas».
Aquí es donde entra el caso de una joven de 17 años que confesó sentirse reconfortada tras hablar con un chatbot. Es conmovedor pensar que alguien busque consuelo en una máquina, pero eso también nos lleva a preguntarnos si estamos cruzando líneas peligrosas. La realidad es que detrás de esta supuesta conexión hay historias trágicas; por ejemplo, un niño de 16 años se quitó la vida después de haber abordado temas serios con ChatGPT. Este incidente puso sobre la mesa algo crucial: la IA no fue diseñada para manejar problemas emocionales profundos.
A medida que avanzamos hacia este nuevo paradigma digital, Jon enfatiza la importancia de reconocer las limitaciones de estas herramientas. «Estamos hablando con algoritmos complejos cuya lógica incluso sus creadores no pueden descifrar completamente», dice Hernández mientras invita a todos a reflexionar sobre el uso adecuado de estas tecnologías.
En definitiva, el mensaje es claro: buscar apoyo emocional en una máquina puede sonar tentador y moderno, pero nunca debe sustituir una conversación humana genuina. Porque al final del día, nuestros sentimientos merecen algo más profundo que un simple clic.

