Imaginemos por un momento que estamos en febrero de 2023. Un fondo de inversión, respaldado por inteligencia artificial (IA), se presenta como la nueva joya del mercado. Un titular impactante nos dice que ha superado al mercado en un 100%. Y claro, muchos inversores caen en la trampa, lanzándose a comprar como si no hubiera un mañana. Pero aquí estamos, en junio de 2025, y el famoso AI Powered Equity ETF, o AIEQ para los amigos, ha demostrado ser más humo que fuego.
¿Realmente vale la pena seguir a la IA?
Desde su lanzamiento, AIEQ ha quedado muy atrás comparado con el Vanguard Total Stock Market ETF (VTI). Si lo miramos bien, desde octubre de 2017 hasta ahora, es evidente que los números no mienten. Según Pablo Tellería, asesor financiero en InbestMe, quizás invertir contra la IA no sea una locura después de todo; tal vez sea simplemente sentido común.
En concreto, AIEQ ha tenido un rendimiento anualizado del 4.8% en los últimos tres años frente al 9.1% del VTI. Y si extendemos ese análisis a cinco años, el contraste es aún más pronunciado: un mísero 5.5% para AIEQ comparado con el espléndido 8.6% del VTI. Esos datos nos muestran claramente cómo la ventaja inicial del fondo impulsado por IA se ha diluido con el tiempo.
Y entonces surge la pregunta: ¿qué está pasando? La realidad es que todos están utilizando IA y eso ha creado una especie de rebaño donde todos ven lo mismo y actúan igual. El resultado final no es mayor seguridad; al contrario, genera fragilidad. Cualquier noticia mal interpretada puede hacer tambalear este castillo construido sobre algoritmos.
Aquí es donde entra el factor humano: porque sí, la IA puede ser rápida y precisa pero carece de esa intuición necesaria que solo tenemos nosotros. Esos momentos donde algo “huele raro” son cruciales y ahí es donde los inversores individuales pueden marcar la diferencia.
Un informe reciente reveló que mientras el índice S&P 500 creció un 25%, el inversor promedio solo obtuvo un rendimiento del 16.54%. ¿Por qué? Por decisiones impulsivas basadas en modas pasajeras como las promesas gloriosas de la IA.
A pesar de todo esto, las startups relacionadas con IA siguen atrayendo capital como moscas a la miel; durante el primer trimestre de 2025 acapararon nada menos que el 58% de los fondos invertidos globalmente por capital riesgo.
Entonces se plantea una idea provocadora: ¿y si empezamos a pensar diferente? Surgen nuevas estrategias como la inversión contraalgorítmica: estudiar cómo se comportan esos modelos algorítmicos para hacer justamente lo contrario y encontrar oportunidades donde otros ni siquiera miran.
No necesitamos ser expertos para implementar esto; cualquier inversor minorista tiene ventajas únicas frente a esos grandes fondos institucionales cargados de presión trimestral y objetivos inmediatos. Podemos tomarnos nuestro tiempo para investigar y reflexionar antes de decidirnos.
Quizás haya llegado el momento de dejar atrás esa fe ciega en las máquinas y volver a conectar con nuestro instinto humano para navegar este laberinto financiero cada vez más complejo.