La realidad en Rusia se vuelve cada vez más inquietante. Esta semana, el Servicio Federal de Seguridad (FSB) y la policía llevaron a cabo una serie de redadas en nada menos que 81 regiones del país, donde atraparon a 57 administradores de canales de Telegram. La acusación es grave: se les relaciona con propaganda terrorista y con los servicios secretos ucranianos. Así lo comunicaron las autoridades rusas este jueves, sin paños tibios.
El FSB no ha escatimado en palabras: «Estas medidas están destinadas a prevenir la difusión de ideologías violentas entre nuestros jóvenes», señalaron. Sin embargo, el trasfondo parece mucho más oscuro. Durante estas operaciones, los agentes encontraron en los móviles mensajes que supuestamente contenían instrucciones para realizar actos de sabotaje y terrorismo. No estamos hablando de un juego; esto es cosa seria.
Un clima tenso y peligroso
A medida que avanzaban las redadas, seis ciudadanos rusos fueron arrestados por estar involucrados en la preparación de ataques armados contra escuelas en ciudades como Moscú y Tiumén. También se descubrieron planes para atentados en lugares como Kémerovo, Rostov del Don y Yoshkar-Olá. En esta caza, los agentes confiscaban componentes para fabricar explosivos caseros junto con armas blancas y material propagandístico vinculado a organizaciones neonazis.
No solo eso: también se tomaron medidas preventivas contra 305 menores, quienes habían caído bajo la influencia de instigadores extranjeros promoviendo ideologías destructivas. Una situación alarmante que nos invita a reflexionar sobre cómo la tecnología puede ser utilizada tanto para unir como para dividir a nuestra sociedad.