El director general de la ESA, Josef Aschbacher, ha salido al paso de una situación que huele a crisis. La Administración Trump está planteando unos recortes drásticos para la NASA y sus programas espaciales. Para ser exactos, un tijeretazo del 24% en su presupuesto, lo que significa que los casi 25.000 millones de dólares se reducirían a apenas 18.800 millones. Esto no son solo números; son proyectos como el cohete Space Launch System (SLS) y la cápsula Orion, que podrían quedar en el aire tras la misión Artemis III, un regreso soñado a la Luna.
A lo que ya tenemos es que estos recortes no solo impactan a Estados Unidos. También ponen en jaque iniciativas científicas vitales para la Agencia Espacial Europea (ESA). El desarrollo de la estación lunar Gateway, que debería apoyar los planes de exploración profunda, podría irse al traste por decisiones políticas ajenas. Como dice Aschbacher: «la ESA está dispuesta a seguir colaborando con la NASA en estos programas ahora amenazados», pero eso no evita el nerviosismo palpable entre los países miembros.
Caminos inciertos en el espacio
A pesar de las malas noticias, Aschbacher subraya que hay un camino por recorrer. La ESA ha recibido ya información sobre las intenciones presupuestarias de la NASA y están tratando de mantener esas «alianzas sólidas» necesarias para seguir adelante juntos. Es una relación construida durante décadas y no es fácil dejarla caer por un capricho político.
No obstante, el futuro es incierto y el Consejo de la ESA se reunirá pronto para evaluar cómo estos recortes pueden afectar realmente a sus programas y qué alternativas se pueden plantear con los Estados miembros. En este juego del espacio, todos estamos mirando hacia adelante, esperando decisiones más acertadas que nos permitan seguir explorando juntos.