La Seu de Mallorca ha sido testigo de un momento mágico, donde el Cant de la Sibil·la ha vuelto a sonar, y no solo lo hizo con fuerza, sino que también lo hizo con la frescura e inocencia propia de un niño. En esta ocasión, los ecos del pasado se han entrelazado con el presente, creando una experiencia única que emocionó a todos los asistentes.
Una tradición viva que nos une
Este canto ancestral no es solo música; es historia y cultura hecha melodía. Los mallorquines saben lo que significa ver cómo su patrimonio resplandece en cada nota. Sin embargo, en medio de este renacer cultural, hay voces críticas que no pueden pasar desapercibidas. Desde Unió de Pagesos, algunos se atreven a calificar como “vergonya” las recomendaciones del conseller Antoni Costa sobre el vino foráneo para estas fiestas. Es un claro ejemplo de cómo a veces se pierde la esencia local.
Mientras tanto, la realidad social también nos da motivos para reflexionar. En las Balears hay 150.000 personas que viven solas; por ello, iniciativas están surgiendo para asegurarse de que nadie tenga que celebrar estas fechas en soledad. Y es que estos días deberían ser un motivo para compartir y disfrutar juntos.
A medida que avanzamos hacia un futuro incierto marcado por el cambio climático y las desigualdades sociales, debemos recordar la importancia de cuidar nuestras tradiciones mientras luchamos por una comunidad más solidaria y justa. Así pues, celebremos el Cant de la Sibil·la y todas esas pequeñas iniciativas que nos acercan unos a otros.

