La plaza de Cort se convirtió en un hervidero de voces y cacerolas el pasado fin de semana, cuando los ciudadanos salieron a protestar por la tala indiscriminada de los bellaombres. La situación ha llegado a un punto crítico y, como bien dijo uno de los organizadores, «no podemos quedarnos con los brazos cruzados mientras tiran a la basura nuestro patrimonio natural». A medida que las notas del cacerolazo resonaban en el aire, se palpaba una mezcla de rabia y esperanza.
La comunidad alza su voz
Las entidades conservacionistas no han dudado en plantarse frente al Ayuntamiento. Han expresado su preocupación por lo que consideran un ataque directo a la biodiversidad local. «Estamos luchando por nuestras raíces, no solo por unos árboles», comentaba uno de los activistas mientras sostenía una pancarta que decía: «¡Basta ya de monocultivo turístico!».
La respuesta del público fue abrumadora; cientos se unieron a esta manifestación pacífica para dejar claro que están dispuestos a defender su entorno. Palma tiene historia, tiene vida, y hoy más que nunca, sus habitantes quieren preservar esa esencia.

