En la plaza Llorenç Villalonga de Palma, un grupo de arboricultores ha alzado su voz en defensa de los bellaombres, esos árboles majestuosos que han sido parte del paisaje urbano durante años. La noticia es dura: el Ayuntamiento ha decidido talarlos y muchos consideran que esto es una auténtica vergüenza.
El eco de la indignación
La comunidad no puede quedarse callada ante lo que muchos ven como un ataque directo a nuestro entorno. “¿De verdad es necesario? Estos árboles son más que decoración; son vida”, afirma uno de los arboricultores afectados. Y tiene razón. Cada bellaombre cuenta una historia, desde sus raíces hasta sus ramas, pasando por las sombras que ofrecen a quienes pasean por allí.
No podemos permitir que el afán por modernizar o remodelar nuestras ciudades se traduzca en tirar a la basura lo que nos da identidad. Tal vez deberíamos preguntarnos si estamos priorizando el monocultivo turístico sobre nuestro patrimonio natural. En tiempos donde se habla tanto del cambio climático, ¿no sería mejor cuidar lo que ya tenemos en lugar de eliminarlo?
A medida que avanza la controversia, la indignación crece entre los ciudadanos. La tala no solo afecta estéticamente; representa una pérdida irreparable para nuestra biodiversidad local y para todos aquellos que buscan refugio bajo su frondosidad.

