En el corazón de las historias que nos unen, encontramos a Lluc Aparicio. Su madre, Maria Pau Gil, nos cuenta con una mezcla de nostalgia y cariño: “No era el más gracioso del grupo, pero siempre tenía alguna salida buena”. Y es que la vida de Lluc estaba llena de momentos que merecen ser recordados. Aquellos días en los que se reía a carcajadas con sus amigos son tesoros que quedan grabados en la memoria colectiva.
Las conexiones humanas que perduran
Pere Sánchez, amigo íntimo de la familia, también tiene su propia visión sobre este joven especial. Nos relata cómo Lluc asistía a todas las galas de Titos: “Era un habitual; su presencia iluminaba cualquier evento”, dice con esa chispa en los ojos que solo dan los buenos recuerdos. En cada rincón donde estuvo, dejó una huella imborrable.
No podemos olvidar a Clara Ingold, cuya historia también toca fibras sensibles. Su hermano mayor comparte con tristeza: “La he visto vomitar d’enyorança”, reflejando ese amor fraternal tan profundo. La pérdida nunca es fácil y estos testimonios nos hacen pensar en lo valiosos que son esos momentos compartidos.
Miquel Serra no se queda atrás; su pasión por los cómics era conocida entre sus cercanos y su amigo Joan Pasqual recuerda: “Era un gran devorador de còmics, sobretot dels d’Ibáñez”. Así va tejiéndose la red de recuerdos alrededor de personas cuyos sueños e ilusiones aún resuenan entre nosotros.

