En el corazón de Palma, un grupo de cien valientes vecinos se ha plantado firme ante la inminente tala de 17 árboles en la plaza de Vilallonga. Aseguran que no solo son meros troncos, sino auténticos testigos del paso del tiempo y parte esencial de su comunidad. La noticia corrió como la pólvora: el Ayuntamiento argumenta que estos árboles podrían caer y causar daños, pero ellos, con la voz entrecortada por la emoción, replican que hay otras maneras de cuidar nuestro entorno sin tener que tirar a la basura lo que nos da vida.
Una comunidad unida por el verde
La respuesta colectiva ha sido abrumadora. En lugar de resignarse al destino marcado por las autoridades, los vecinos decidieron actuar. “¿Es esto lo que queremos para nuestra ciudad? ¿Deshacernos de lo natural por miedo?”, grita uno de ellos mientras sostiene un cartel que dice ‘Defendamos nuestros árboles’. La conexión con estos seres vivos es palpable; para muchos representan no solo sombra y belleza, sino también memoria y historia.
A medida que avanzan las horas, más personas se suman al movimiento. Y es que este no es solo un asunto local; trasciende a toda una comunidad consciente del monocultivo turístico y del peligro que corren nuestras tradiciones frente a decisiones arbitrarias. La naturaleza necesita ser protegida y valorada en todas sus formas. Al final del día, todos somos responsables de cuidar nuestro hogar.

