En un rincón de Mallorca, los vecinos de Son Sardina han decidido alzar la voz. Con una determinación que pocos podrían ignorar, se han reafirmado en su rechazo absoluto a la importación de residuos provenientes de Eivissa. Esta comunidad no está dispuesta a aceptar lo que consideran una auténtica locura: tirar a la basura su calidad de vida por culpa de unos desechos que no son su responsabilidad.
Una lucha colectiva
A medida que los días avanzan, el sentimiento de unidad entre los residentes crece. Han comenzado a organizarse, a hablar entre ellos, y lo más importante, a informar sobre las consecuencias que esta medida podría acarrear. “No vamos a permitir que nos conviertan en el vertedero de otros”, afirma uno de los vecinos con firmeza, mientras muchos asienten en señal de acuerdo.
La situación ha despertado un gran debate local; la idea misma de traer residuos desde otro lugar choca frontalmente con el deseo colectivo por preservar el entorno y garantizar un futuro saludable para todos. ¿Realmente es necesario? La respuesta parece clara para quienes viven allí: No.
Así, Son Sardina se erige como un ejemplo inspirador, demostrando que cuando una comunidad se une por una causa común, puede hacer frente a cualquier adversidad. El eco del rechazo resuena en cada esquina y sus voces son más fuertes que nunca.

