En las calles de Palma, se ha levantado una voz potente y clara. Sindicats y la Plataforma por la Sanidad Pública han salido a manifestarse, y lo han hecho con un lema que resuena como un eco en cada rincón: «La privada es un parásito». Esta no es solo una frase; es el reflejo de un sentimiento colectivo que siente cómo se desmorona lo que debería ser un derecho básico para todos.
La preocupación está más que justificada. La sombra de la privatización acecha, y muchos advierten que podríamos acabar como los Estados Unidos, donde la atención médica se convierte en una lucha por sobrevivir. En este contexto, el personal del centro de salud de l’Escorxador ha alzado su voz para denunciar unas condiciones laborales insoportables: entre ratas y cucarachas, mientras carecen incluso de desfibriladores. ¿Es esto aceptable?
Un futuro incierto
A medida que avanza esta lucha por defender lo público, surgen múltiples problemas colaterales. Por ejemplo, Salud ha decidido retirar 128 productos peligrosos relacionados con Halloween; pero eso no resuelve el gran problema de fondo. La alarma también suena en Eivissa, donde el 90% está conquistado por la serpiente de ferradura, mientras otros temas preocupan a la sociedad balear.
Los ciudadanos están cansados. Están cansados de ver cómo sus derechos son vulnerados y su salud puesta en riesgo por intereses privados. Ahora más que nunca hay que recordar: la sanidad pública debe ser defendida. Porque al final del día, todos merecemos acceso a una atención digna y eficaz.

