El octubre de este año se ha presentado en las Islas Baleares como un mes de contrastes. Con temperaturas que parecen desafiar el otoño, la gente se pregunta si realmente estamos viviendo los cambios climáticos en carne propia. La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) nos advierte sobre lluvias irregulares, y no son pocas las voces que claman por atención ante esta situación.
La realidad que enfrentamos
Las calles de Mallorca han estado bajo alerta naranja debido a las intensas precipitaciones. Y mientras algunos se preguntan cómo afecta esto a nuestras carreteras, otros ya están organizando actos simbólicos para mostrar su solidaridad con Gaza, algo que refleja la preocupación por lo que sucede más allá de nuestras fronteras.
No solo eso; el carril bici de Blanquerna se mudará al 31 de diciembre, una decisión que no deja indiferente a nadie. MÉS per Mallorca está alzando la voz pidiendo al Gobierno el traspaso inmediato de competencias agrícolas al Consell. ¿Es demasiado pedir que se escuche a la comunidad?
Sin embargo, hay problemas aún más graves en el horizonte: nuestras infraestructuras esenciales están bajo amenaza. Todas las escuelas, centros de salud y residencias ubicadas en zonas inundables están en riesgo, y eso debería preocuparnos a todos.
La presión humana parece haber disminuido este verano por primera vez desde la pandemia, pero eso no significa que estemos fuera de peligro. Protestas contra la privatización del sistema sanitario nos recuerdan que podríamos acabar como Estados Unidos si no tenemos cuidado. Y para colmo, Calvià comenzará este viernes el desmantelamiento de un hotel en Peguera y otro en Magaluf; una decisión muy polémica entre los vecinos.
Este octubre nos ofrece una mezcla inusual: desde recetas tradicionales como el pan con aceite mallorquín hasta debates ardientes sobre temas cruciales como la traducción de Vox al catalán. En medio del caos meteorológico y social, es hora de reflexionar sobre hacia dónde vamos como sociedad.

