En Mallorca, hay un pequeño cerdito que se asoma con curiosidad desde una ventana. Esta imagen, aparentemente simple, es un espejo de los sueños rotos de muchos. El pasado 5 de septiembre, la vida en la isla nos recordó cómo el monocultivo turístico ha dejado huellas profundas en nuestra comunidad. La historia de Miquel Roldán resuena especialmente fuerte; sus padres siguen sin llevarlo a la escuela debido a su situación particular.
A pesar de las dificultades, hay quienes luchan para que no se pierda nuestra identidad. Jaume Anglada, al recibir el alta del hospital Son Espases, comparte la esperanza de un futuro mejor y dice: «La educación es el último bastión del catalán». Con nuevas incorporaciones en las aulas, como ese profesor nuevo en Son Sardina que solo hará apoyo a Miquel Roldán, se busca revitalizar lo que aún queda.
Un gobierno escéptico ante cambios necesarios
Por otro lado, el Gobierno español parece reacio a modificar leyes que podrían ayudar en casos como este. Las familias de Son Sardina se sienten atrapadas entre dos mundos y esto genera un desasosiego palpable. Es momento de actuar y dejar atrás los miedos.
No podemos olvidar tampoco la reciente detención de un funcionario del Ayuntamiento de Alcúdia por empadronar personas extranjeras; un recordatorio más de cómo las estructuras locales deben adaptarse a una realidad cada vez más diversa.
Así es Mallorca: llena de matices y desafíos. Aunque cada día enfrentamos situaciones complicadas, no perdemos la esperanza. Estamos aquí para construir juntos un futuro donde todos tengamos cabida.