La mañana amaneció revuelta en Palma. Un coche, consumido por las llamas, se convirtió en el centro de atención frente al emblemático edificio de Gesa. Pero esto no es solo un hecho aislado; es un reflejo más de la tempestad que azota a Mallorca. Mientras tanto, las lluvias torrenciales siguen castigando el norte y levante de la isla, dejando a su paso una sensación de desasosiego entre los ciudadanos.
Protestas y decisiones controvertidas
En medio del caos, surgen otras historias que nos tocan de cerca. La justicia ha decidido negar el traslado solicitado por un trabajador del aeropuerto de Palma que quería cuidar de sus padres enfermos. Su respuesta fue clara: «Que vaya no les hará mejorar». Duro, ¿verdad? También en Son Sardina han levantado la voz contra la incorporación del profesor Miquel Roldán, condenado por acoso a un alumno. Padres decididos han boicoteado el CEIP Maria Antònia Salvà; ni un solo niño se presentó a clase como forma de protesta.
A medida que estos sucesos se desarrollan, el debate sobre el uso del suelo rústico resuena con fuerza. Unió de Pagesos ha dejado claro: «El suelo rústico debe dedicarse a la producción de alimentos», mientras algunos abogan por proyectos turísticos insostenibles que parecen querer tirar a la basura nuestro patrimonio natural. Y para rematar, el PP y Vox han votado en contra de recuperar la Oficina de Defensa dels Drets Lingüístics, mostrando una vez más dónde están sus prioridades.
Así está Mallorca: entre llamas y decisiones cuestionables, seguimos esperando tiempos mejores.