La noticia ha caído como un jarro de agua fría entre los amantes del mar y la tradición. El alcalde de Cort ha dejado claro que no hay vuelta atrás: no habrá recuperación de las licencias de galeras. Un tema que, sinceramente, se había convertido en un eco constante en las charlas del barrio, pero que ahora parece cerrarse con un definitivo ‘no’.
Protestas y voces críticas
Mientras tanto, el clamor popular va creciendo. La cadena humana organizada para decir “basta” al desarrollo del polígono en Binissalem es solo una muestra más del malestar general. “Es el único cartucho que nos queda”, afirmaban los organizadores con una mezcla de determinación y desesperanza. En esta batalla por la identidad local y el respeto a nuestras tradiciones, cada voz cuenta.
No podemos ignorar lo que está sucediendo. Con 275 retrasos y 55 cancelaciones en nuestros aeropuertos por culpa de la lluvia, ¿acaso no es hora de replantearnos las prioridades? Además, la controversia sobre el profesor Miquel Roldán condenado por acoso a un alumno ha desatado otra oleada de protestas. Muchos padres se han negado a llevar a sus hijos a clase mientras este docente siga vinculado al centro educativo.
Las palabras del sindicato Unió de Pagesos resuenan fuerte: “El suelo rústico debe dedicarse a la producción de alimentos”. Es un grito claro contra el monocultivo turístico que parece asfixiar nuestras tierras. Y como si fuera poco, políticos como Prohens siguen buscando confrontaciones en lugar de soluciones reales ante la crisis migratoria.
Todo esto plantea serias preguntas sobre el futuro que queremos construir juntos. Las decisiones que tomemos hoy definirán nuestra comunidad mañana. Así que sigamos luchando por lo que creemos justo; ¡nuestro hogar merece ser defendido!

