Damià Rotger, para quienes lo conocieron, no era solo un amigo; era una rara avis que caminaba entre nosotros con su universo personal. Su amigo más cercano recuerda cómo cada conversación con él era como abrir una ventana a un paisaje diferente, lleno de colores y matices que solo él podía percibir.
En ocasiones, me pregunto cómo es posible que personas tan singulares existan. Damià tenía esa chispa especial. Era un soñador incansable que nunca dejaba de explorar su propia mente, creando mundos donde otros veían lo cotidiano. “Era como si tuviera un mapa del tesoro en la cabeza”, dice su amigo mientras sonríe, recordando anécdotas de sus largas charlas sobre la vida y el arte.
Un legado inolvidable
Nos dejó lecciones sobre la autenticidad y la creatividad; cosas que a menudo se pasan por alto en nuestro día a día. A través de sus ojos, aprendimos a apreciar lo que nos rodea de una manera diferente, casi mágica. Con cada historia compartida y cada risa resonante, Damià nos enseñó que vivir intensamente es el verdadero objetivo.
A medida que seguimos adelante, el recuerdo de su esencia permanece vivo en nuestras memorias. Es fundamental celebrar estas vidas extraordinarias porque son las que hacen del mundo un lugar más interesante. Así es como debemos recordar a Damià Rotger: no solo como un amigo perdido, sino como un verdadero pionero en su viaje por la vida.