Estamos en un momento decisivo para nuestras Islas Baleares. Con más de 1.500 plazas turísticas a la venta en Mallorca a partir de septiembre, muchos se preguntan qué va a ser de nuestro querido turismo. La situación no es fácil y el ambiente está tenso. El agua potable también se ha convertido en un bien escaso, especialmente en Esporles, donde han decidido restringir su uso por culpa de la sequía.
Un futuro incierto
Y mientras tanto, las Islas Canarias no han dudado en criticar al Govern balear por solicitar la suspensión del reparto de menores migrantes, llamándolo “insolidario”. Las palabras pesan, ¿verdad? En medio de todo este caos, lo que realmente importa es cómo gestionamos nuestros recursos y nuestras responsabilidades. La protección del patrimonio cultural, como el que representa la Menorca Talaiòtica, parece estar en juego con decisiones que priorizan el desarrollo urbanístico sobre nuestra historia.
Los técnicos del Consell ya han detenido una nueva urbanización impulsada por el PP, un respiro para aquellos que valoramos nuestro legado cultural. Sin embargo, esto no detiene al Govern que sigue luchando por poner freno a ciertos proyectos cuestionables.
En resumen, estamos ante una crisis multifacética que nos desafía cada día. Nos toca decidir hacia dónde queremos llevar nuestras islas y qué tipo de futuro deseamos construir juntos.