La situación es alarmante. Casi el 90% de los municipios en Baleares no logran cumplir con los estándares mínimos de transparencia. Es un tema que no podemos pasar por alto, especialmente cuando se trata de nuestra propia confianza en las instituciones. ¿Cómo es posible que, en pleno siglo XXI, aún tengamos que lidiar con este tipo de opacidad?
Una falta de compromiso evidente
No se trata solo de números; estamos hablando de la gestión del dinero público y del derecho que tenemos a saber cómo se utilizan nuestros impuestos. Mientras tanto, nos encontramos con denuncias desgarradoras sobre la situación en Gaza, o relatos impactantes sobre la vida diaria de migrantes atrapados entre fronteras y burocracias. A veces parece que los problemas más graves quedan sepultados por cuestiones superficiales.
Y si pensamos que esto termina aquí, nos equivocamos. Imagina ver cómo un restaurante en Eivissa exige 36.000 euros a una clienta por denunciar el cobro abusivo de un servicio como el penjabosses; una acción que hace temblar la ética empresarial y nos recuerda lo lejos que estamos de ser una sociedad justa.
Mientras tanto, colectivos feministas piden a gritos el fin del genocidio en Gaza y expertos advierten sobre el riesgo del monocultivo turístico que amenaza nuestra cultura local. En definitiva, está claro: necesitamos exigir más transparencia y responsabilidad a nuestros representantes para construir un futuro donde la comunidad sea realmente escuchada.