En un reciente episodio de ‘First Dates’, las palabras de un comensal han dejado a muchos con la boca abierta. Dijo: «Me enamoré de Mallorca, pero no de los mallorquines». Un comentario que despierta más que risas; se siente como una puñalada directa al corazón de esta isla tan querida. ¿Cómo es posible que alguien pueda amar tanto un lugar y, a la vez, desestimar a su gente? Es una contradicción difícil de digerir.
Reflexionando sobre lo nuestro
Nosotros, los que vivimos aquí, sabemos que Mallorca es mucho más que sus paisajes idílicos o su clima envidiable. La esencia de la isla está en su gente, en esa mezcla cultural que nos hace únicos. Pero declaraciones como estas nos llevan a cuestionarnos: ¿Estamos permitiendo que el turismo masivo nos quite lo mejor de nosotros mismos?
No podemos olvidar el momento actual en el que el Reial Mallorca ha decidido prescindir del catalán en sus comunicaciones. Es otro síntoma preocupante del monocultivo turístico que amenaza con asfixiar nuestras raíces. Y mientras tanto, cursos para aprender catalán comienzan a ser ofrecidos a los trabajadores públicos… ¿No sería mejor valorar lo nuestro antes de pensar en enseñar?
La realidad es dura y las redes sociales estallan con reacciones tras ese comentario desafortunado. Muchos han hecho eco de ello, recordándonos que este tipo de pensamientos xenófobos no tienen cabida entre nosotros. En definitiva, amemos Mallorca y también abracemos a los mallorquines, porque ellos son parte fundamental de esta historia.