El verano se llena de risas y música, pero también de sombras que acechan. En nuestras playas, es común ver a jóvenes disfrutando de la fiesta, sin pensar en las consecuencias. Un ejemplo claro: “Entr on vull i bec tot el que vull”, dice un adolescente con una sonrisa desmedida, mientras levanta su vaso. Pero detrás de esa alegría hay un trasfondo preocupante.
Un verano peligroso
Recientemente, tres chicos resultaron heridos en un accidente de coche en Cala Vallgornera. Uno de ellos está grave. Nos preguntamos: ¿es esto lo que queremos para nuestra juventud? Las fiestas se han convertido en una oportunidad para olvidar los límites y tirarlo todo por la borda.
Y no solo eso, hemos visto rescates dramáticos como el de una turista que cayó desde un barranco de diez metros en Cala Deià. Todo esto nos lleva a reflexionar sobre nuestra responsabilidad como comunidad. ¿Estamos haciendo lo suficiente para cuidar a nuestros jóvenes?
Las voces que se alzan son diversas; desde los padres preocupados hasta los propios adolescentes que aseguran conocer sus límites. Sin embargo, la realidad nos grita que algo no está funcionando como debería.
No podemos cerrar los ojos ante la presión del monocultivo turístico y el descuido hacia la seguridad. Cada historia es un recordatorio de que debemos actuar antes de que sea demasiado tarde.