El Puig Major, uno de nuestros tesoros naturales, ha sido víctima de la mano vandálica que no entiende de historia ni de futuro. Este funicular, un proyecto soñado por Antoni Parietti que quedó atrapado en un limbo de promesas y burocracia, se ha convertido en el blanco perfecto para quienes parecen disfrutar destruyendo lo que nunca llegó a ser. ¿Quién se atreve a arruinar la posibilidad de conectar a nuestra gente con esta maravilla?
Una herida abierta para la comunidad
Nos encontramos ante un hecho que no solo duele al paisaje, sino también al alma colectiva de Mallorca. Con cada graffiti y cada destrozo, se siente como si tiraran a la basura un pedazo de nuestra identidad. La indignación crece entre los vecinos que ven cómo este espacio se degrada sin compasión. “No podemos permitir que la falta de respeto se convierta en norma”, comenta uno de los habitantes del lugar, visiblemente afectado por lo ocurrido.
A esto se suma una realidad alarmante: mientras disfrutamos del calor nocturno que nos ofrece Palma —que este año supera nuevamente los límites normales—, otros deciden olvidar el valor cultural y emocional de lugares como este funicular. En vez de construir y recuperar lo perdido, algunos optan por destruir lo poco que tenemos.