La situación en los servicios de transporte público de Mallorca ha llegado a un punto crítico. Los trabajadores de SFM no se callan más y han decidido poner el dedo en la llaga. La falta de mantenimiento, el caos organizativo y el deterioro evidente del servicio están afectando no solo a ellos, sino también a todos nosotros, los usuarios que día a día dependemos de estos medios para movernos por la isla.
Un grito desesperado
“Ya es hora de que se nos escuche”, decía uno de los empleados visiblemente frustrado. Las quejas son constantes: retrasos interminables, trenes abarrotados y un sistema que parece estar diseñado para fallar en el momento más inoportuno. No podemos seguir así, exigen mejoras urgentes antes de que todo se convierta en un auténtico desastre.
A medida que las voces se multiplican, queda claro que esto va mucho más allá de un simple mal día. Es una lucha por dignidad laboral y por ofrecer un servicio que esté a la altura de lo que merecemos como ciudadanos. La comunidad debe unirse para presionar por cambios reales; no podemos permitir que nuestra movilidad se convierta en otro ejemplo del monocultivo turístico donde solo importa llenar las arcas sin pensar en las necesidades diarias de los locales.