En las hermosas islas Baleares, donde el sol brilla con fuerza y el mar invita a la calma, hay una sombra que se cierne sobre su encanto. El título de esta historia podría ser “Pel forat del pany, pel forat del moix”, porque lo que se esconde detrás de la fachada turística empieza a preocuparnos. Mientras los turistas llegan con sus mochilas llenas de ilusión, muchos locales sienten que su hogar se convierte en un escenario ajeno.
El grito de alarma
Recientemente, una tragedia resonó en Molinar: un hombre de 65 años perdió la vida mientras paseaba por la costa. Este triste suceso nos lleva a reflexionar sobre la seguridad y el bienestar en nuestras calles. Lourdes Melis Gomila lo deja claro: “La turismofòbia es comprensible”, y ¿quién puede culparla? Cuando vemos cómo el monocultivo turístico arrasa con nuestras tradiciones y necesidades diarias, es normal sentir esa rabia contenida.
Los festivales que prometen sostenibilidad parecen convertirse en una estafa más para exprimir nuestros bolsillos. Y cuando Mallorca Platja Tour decide cancelar una concentración por motivos burocráticos, uno no puede evitar preguntarse: ¿dónde queda nuestra voz? Mientras tanto, las protestas crecen y los trabajadores del TIB alzan sus voces exigiendo respeto por sus derechos laborales.
A medida que las tensiones aumentan, también lo hacen los actos vandálicos contra anuncios turísticos. Es un grito desesperado de aquellos que quieren recuperar un poco de control sobre su entorno. La esencia de Balears está en peligro y nosotros debemos decidir si seguimos tirando todo a la basura o luchamos por cambiarlo.