La situación en Menorca se ha vuelto crítica. Cada día, vemos cómo el paraíso de nuestras islas se convierte en un escenario insostenible, donde más turistas significan más coches y, lo que es peor, menos agua. Esta realidad no solo afecta a los visitantes que buscan disfrutar de su belleza natural, sino también a quienes vivimos aquí y dependemos de estos recursos. Las voces de alerta son cada vez más fuertes.
Una comunidad en pie de guerra
Ayer, agricultores y propietarios de fincas en la Marjal se unieron para expresar su indignación contra el tren que conecta sa Pobla con Alcúdia. «Estamos viendo cómo nos roban nuestras tierras», decían algunos entre aplausos. Y no es para menos. Además, las expropiaciones para instalar parques solares han comenzado a llegar a las islas, generando aún más descontento entre los residentes.
No podemos quedarnos callados mientras algunos políticos se dedican al “macrourbanismo”, como bien apunta el Secar de la Real. La preocupación va más allá; profesionales del ámbito sanitario también han alzado la voz por la posibilidad de que se contraten psicólogos clínicos sin pasar por oposiciones. ¿Qué tipo de futuro queremos construir?
Por si fuera poco, un regidor del PP ha decidido dejar la política local para convertirse en policía municipal… ¡Vaya giro! Lo cierto es que mientras esto ocurre, Cort calcula que hay más de 15.000 viviendas turísticas ilegales en Palma. La necesidad urgente de una regulación clara es inminente.
A medida que avanzamos hacia el 2025, parece evidente que debemos unirnos como comunidad para frenar esta marea insostenible. El futuro está en juego y cada uno tiene un papel crucial que desempeñar.