El pasado sábado, más de un centenar de personas se dieron cita en el CEIP Pare Bartomeu Pou para alzar la voz contra lo que muchos consideran una amenaza inminente: la macrourbanización de Palma. No era solo una protesta; era un grito colectivo que resonaba en cada rincón del barrio. La comunidad está cansada de ver cómo su entorno se transforma en un monocultivo turístico, donde el interés económico parece primar sobre el bienestar de los vecinos.
La lucha por un futuro sostenible
Las familias, jóvenes y ancianos se unieron para defender no solo su hogar, sino también su forma de vida. «No podemos permitir que nuestro paisaje y nuestra cultura sean tirados a la basura por unos pocos», decía María, una vecina preocupada por el futuro de sus hijos. Y es que este fenómeno no es nuevo; desde hace años venimos asistiendo a la invasión de viviendas turísticas ilegales que Cort estima en más de 15.000.
No estamos hablando solo de cifras frías; detrás hay historias y vidas afectadas. Esta concentración es más que una simple manifestación: es un acto de resistencia ante el avance imparable del ladrillo y el asfalto. Los asistentes compartieron sus experiencias, sus miedos y esperanzas, creando un ambiente cargado de emoción e impotencia.
A medida que avanzaban las horas, quedó claro que esta lucha apenas comienza. La presión sobre nuestras costas y ciudades no cesa, pero juntos podemos hacer frente a esta realidad. La comunidad se ha puesto en pie y está lista para luchar por lo que considera justo.