La situación en Menorca no es solo un tema de conversación entre amigos, es una realidad que nos toca vivir. La isla, ese rincón del Mediterráneo que todos amamos, se enfrenta a un verdadero dilema. Cada vez más turistas llegan, pero ¿a qué precio? Más coches abarrotan nuestras calles y el agua escasea como si fuera oro. Nos preguntamos, ¿hasta cuándo vamos a permitir esto?
Un grito de ayuda desde la comunidad
No son solo palabras vacías; los veïns están alzando la voz. La política ya no puede ser ajena a nuestros problemas cotidianos. Aquellos que trabajan en el campo y los propietarios de las fincas de la Marjal han unido fuerzas contra la idea del tren que atravesará sus tierras. En sus ojos se refleja la angustia por perder lo que tanto aman.
Ayer, más de un centenar de personas se congregaron en el CEIP Pare Bartomeu Pou. Su misión era clara: defender a los docentes frente a los ataques de Vox. No estamos solos en esta lucha; hay una comunidad vibrante dispuesta a luchar por lo que considera justo.
Y mientras todo esto ocurre, la macrourbanización amenaza con despojar Palma de su esencia única. ¿De verdad queremos convertir nuestra casa en un mero destino turístico? Nos enfrentamos a una elección crucial: seguir adelante con este monocultivo turístico o buscar alternativas sostenibles para preservar nuestra identidad.
No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras Menorca se convierte en algo irreconocible. Es hora de actuar juntos y garantizar un futuro mejor para todos.