En las majestuosas montañas de la Tramuntana, los conductores de autobús están alzando su voz para denunciar una situación alarmante. La saturación de vehículos está convirtiendo nuestras carreteras en auténticos embotellamientos, poniendo en riesgo no solo su seguridad, sino la de todos los que transitan por estas bellas rutas. «Esto es un desastre; posa a tothom en perill«, clama uno de ellos, reflejando el sentir colectivo.
Una crisis que se agrava día a día
Además, hay quienes alertan sobre cómo esta problemática podría escalar. Asociaciones como MÉS han señalado que construir en rústico en Palma podría disparar aún más la población, llevándola hasta unos asombrosos 380.000 habitantes más. ¿Qué vamos a hacer con tantas personas y tan pocos recursos? Desde luego, no podemos tirar todo esto a la basura.
La preocupación por nuestra isla va más allá del tráfico; estamos ante un monocultivo turístico que amenaza nuestra esencia y nuestro hogar. Al mismo tiempo, las pintadas en Palma denuncian a los alojamientos turísticos como parte culpable de la crisis del acceso a la vivienda. El descontento va creciendo y nosotros somos testigos silenciosos.
No olvidemos tampoco el riesgo inminente de incendios debido a las altas temperaturas, especialmente cuando se acerca una festividad como Sant Joan. La situación es delicada y requiere atención urgente. ¿Hasta cuándo seguiremos ignorando estos avisos?