En un día marcado por el sol y las ganas de ser escuchados, miles de personas se dieron cita en las calles de Palma para decir basta a la masificación turística. Con pancartas en mano y gritos que resonaban con fuerza, la comunidad se unió bajo el lema «No aturarem». Este mensaje no es solo un grito de protesta, sino una declaración de intenciones. La gente está harta de ver cómo su hogar se convierte en un parque temático sin alma.
El sentir del pueblo
Antoni Costa, uno de los organizadores, no dudó en expresar su orgullo por la economía turística pero también hizo un llamado claro: «somos una economía turística orgullosa de serlo», aunque eso no significa que debamos aceptar cualquier cosa. Las críticas hacia el Govern fueron directas; los hoteleros apuntaron a un pacto por la sostenibilidad que parece más papel mojado que otra cosa. ¿Cuántos diagnósticos interminables necesitamos para entender que hay que actuar?
No solo los locales mostraron su descontento. Turistas alemanes se sumaron a la causa con frases como «solidaridad con la lucha», dejando claro que esta batalla va más allá de fronteras. Mientras tanto, algunos sectores intentan desacreditar estos movimientos, acusando a los manifestantes de estar manipulados. Pero hoy, lo que importa es escuchar esas voces que claman por un cambio real.