En los últimos días, hemos sido testigos de situaciones que nos invitan a reflexionar sobre la dirección que está tomando nuestra comunidad. Días tranquilos en la plaza den Coll, donde a menudo las risas y charlas entre vecinos se ven opacadas por noticias inquietantes. Un ejemplo claro es el empresario alemán que ha decidido ofrecer 10.000 euros a quien pueda identificar al vandálico que destroza sus carteles. ¿Hasta qué punto hemos llegado para tener que recurrir a estas medidas?
El impacto de nuestras decisiones
No podemos pasar por alto el papel del Govern, que ha intervenido para salvar una empresa vinculada al padre de Rafel Nadal, a pesar de la negativa del ayuntamiento de Manacor para permitir su nueva sede. Mientras tanto, escuchamos cómo Vox pide expedientar docentes simplemente por vestir camisetas verdes, algo totalmente inaceptable. En esta lucha constante por mantener nuestras tradiciones y lenguas, hay quienes denuncian la imposición del castellano en eventos como el Mallorca Live, donde solo tres actuaciones fueron en catalán de más de ochenta.
Por si fuera poco, Consubal ha presentado una denuncia contra este festival por no permitir la entrada de comida y restringir los pagos en efectivo. La comunidad no puede permanecer callada ante estos abusos. Todos debemos ser parte activa y cuestionar lo que no nos parece bien.
Cada vez que salimos a la calle, muchos sentimos esa incertidumbre sobre si regresaremos sin problemas o si seremos objeto del control excesivo. No olvidemos las palabras de Antònia Crespí Ferrer, quien compartió su experiencia con un accidente trágico: «Con la protección adecuada, esto no debería haber pasado».
Nuestra realidad es compleja y requiere nuestra atención. A medida que avanzamos hacia el futuro, es vital recordar lo que realmente importa: construir una comunidad donde todos podamos sentirnos seguros y respetados.