En un mundo donde la apariencia puede ser más importante que la realidad, Tomeu Mora se encontró en una encrucijada. Para atraer a los clientes a su tienda de flores, tuvo que recurrir a tácticas poco convencionales. “Tuve que ensuciar la tienda para no parecer que tenía precios altos y así lograr que la gente comprara flores”, confesó con una mezcla de resignación y humor. Esta frase revela el dilema del comerciante en un mercado cada vez más competitivo.
El dilema del comercio local
A menudo, nos encontramos rodeados de luces brillantes y ofertas atractivas, pero detrás de todo eso hay historias como la de Tomeu. La presión por mantener precios bajos es constante, especialmente cuando las grandes cadenas parecen tener un monopolio sobre lo que consideramos “accesible”. En este contexto, ¿dónde queda el comercio local? Es triste ver cómo algunos emprendedores deben sacrificar su esencia para sobrevivir.
La situación actual pone en jaque no solo a los pequeños negocios, sino también a nosotros como consumidores. Al final del día, estamos tirando a la basura el valor de lo auténtico por seguir modas pasajeras. La pregunta es: ¿estamos dispuestos a perder lo genuino solo por unos euros menos?