En el corazón de Llucmajor, un grupo de vecinos ha decidido alzar la voz y enfrentarse a una situación que ya se ha vuelto insostenible. Desde hace años, sufren las consecuencias de una granja avícola que parece no tener fin. «Llevamos siete años aguantando un olor insoportable», dicen con frustración. Y es que, ¿quién puede vivir en esas condiciones? La indignación no solo se siente en el aire, sino también en cada rincón del pueblo.
Las promesas vacías y la realidad amarga
Mientras tanto, desde el Consell de Mallorca hablan de cambios y transformaciones necesarias en el turismo. Pero muchos se preguntan: ¿de qué sirve hablar de un nuevo paradigma turístico si seguimos viendo cómo nuestras necesidades básicas son ignoradas? «Parece que nuestra voz no cuenta», comentan los residentes entre sí, recordando las promesas vacías escuchadas por parte de los responsables políticos.
Y como si fuera poco, la reciente polémica sobre los acuerdos entre PP y Vox ha encendido aún más la chispa del descontento. «Quieren quitarle el alma a nuestro pueblo», dice María de la Mar Bonet, eco del sentimiento compartido por muchos. Los ciudadanos están cansados y han decidido no quedarse callados ante lo que consideran un atropello constante a su dignidad y bienestar.