En un giro que ha dejado a muchos boquiabiertos, Palma se enfrenta a una situación alarmante: está sacrificando sus preciados aqüífers. Y lo más preocupante es que solo utiliza la mitad del agua dessalada que hacía dos décadas. Es como si estuviéramos tirando a la basura un recurso vital mientras seguimos con el monocultivo turístico que nos ha traído hasta aquí.
La crítica no se hace esperar
La oposición no ha tardado en alzar la voz. Vera, en el centro de la tormenta, se encuentra bajo fuego cruzado por sus acuerdos con Vox. «Las líneas rojas del PP tienen piernas y cada paso que dan, los catalanoparlantes perdemos un pedazo de nuestra identidad», claman desde las filas opositoras. Y no les falta razón; esto es una lucha constante por mantener lo nuestro ante decisiones políticas que parecen más interesadas en el rédito inmediato que en el bienestar colectivo.
Mientras tanto, la sociedad civil empieza a reaccionar. Actos como el convocado por l’Assemblea de Docents para defender la escuela pública y en catalán son pruebas claras de que hay quienes están dispuestos a luchar por sus derechos y su cultura. Con cada pequeño gesto, demuestran que nuestra identidad no está tan a la deriva como algunos podrían pensar.