La situación del emblemático edificio Bennàssar, situado en la calle 31 de diciembre, ha encendido las alarmas entre los vecinos. La propiedad ha decidido dar un paso que muchos consideran drástico: derribar esta construcción que, para muchos, representa un trocito de historia y memoria colectiva. ¿Es esto realmente necesario?
Este lugar ha sido testigo de cómo la ciudad ha ido cambiando a lo largo de los años, mientras el paisaje urbano se transforma y se olvida de sus raíces. Sin embargo, ahora parece que todo eso puede tirarse a la basura en nombre del progreso.
¿Y qué hay de la comunidad?
Las voces críticas no se han hecho esperar. Los vecinos están preocupados por lo que este derribo podría significar no solo para el barrio, sino también para su identidad. “No podemos permitir que nuestros recuerdos sean reemplazados por más edificios fríos”, comenta uno de los residentes con emoción en su voz.
En un momento donde las reformas urbanas parecen ir dirigidas únicamente a satisfacer el monocultivo turístico y empresarial, resulta vital recordar que detrás de cada ladrillo hay una historia. No dejemos que estas historias queden enterradas bajo nuevos proyectos sin alma.