En las aguas cristalinas de las Baleares, un grito de auxilio se alza entre los ecosistemas. El único pez autóctono de agua dulce que habita estas islas enfrenta una amenaza inminente: la extinción. Mientras tanto, la comunidad se encuentra atrapada entre el deseo de preservar su hogar y los abusos que continuamente ponen en jaque su supervivencia.
Contaminación y descontento vecinal
Recientemente, se han denunciado vertidos constantes de aguas fecales en el puerto de Cala en Bosc, un hecho que ha encendido la indignación entre los vecinos. Pero no solo eso; en Son Sardina, la importación de residuos desde Eivissa ha llevado a sus habitantes a organizarse. “Estamos cansados”, dicen con firmeza, reflejando un sentimiento colectivo que resuena más allá del malestar local.
A medida que avanza esta historia, vemos cómo un bugui irrumpió a toda velocidad en una playa del Arenal, utilizando unas escaleras como acceso improvisado. Sin duda, esto es un símbolo claro del caos que reina cuando no hay control.
Y mientras reflexionamos sobre estos problemas ambientales y sociales, no podemos olvidar las palabras del escritor Sebastià Alzamora: «Las últimas palabras que pude decir a mi madre fueron a través de un ‘walkie-talkie’». Un eco profundo que nos recuerda lo valioso que es conectar con nuestros seres queridos y cuidar nuestro entorno antes de que sea demasiado tarde.