En un rincón de Mallorca, donde el ruido y la prisa parecen ser la norma, encontramos a Son Banya. Este lugar ha pasado de ser una comunidad a convertirse en un tema recurrente en las conversaciones sobre el turismo descontrolado y la falta de atención por parte de las autoridades. La pregunta que nos hacemos es: ¿dónde queda la esencia auténtica cuando todo se convierte en un monocultivo turístico?
¿Por qué seguimos ignorando lo evidente?
Las quejas no cesan. Adhesivos con mensajes contundentes como ‘No soc guiri’ aparecen por doquier, clamando contra la masificación que ahoga a nuestras islas. Y no solo eso; se denuncia el abandono del Carnatge con una voz clara: “Si esto estuviera en otra parte, sería tratado como oro”. Es frustrante ver cómo lo local se desprecia mientras otros lugares son cuidados hasta el mínimo detalle.
Aún más sorprendente es ver cómo el Govern parece hacer oídos sordos ante los problemas acuciantes. Se imponen multas al alquiler turístico ilegal –4,6 millones de euros solo en 2024– pero nadie sabe cuántas realmente se han cobrado. Esto plantea una inquietante duda: ¿será que hay intereses ocultos detrás? Mientras tanto, nuestros barrios siguen sufriendo sin recibir la atención necesaria.
En este contexto, surge una iniciativa interesante: organizar una cassolada al CEIP de Pràctiques para dar voz a quienes sienten que están siendo segregados por decisiones impuestas desde arriba. La realidad es dura y despiadada, pero nosotros no podemos quedarnos callados ante tal injusticia. Cada uno de nosotros tiene el poder para cambiar esta narrativa.