Imagina un mundo donde el conocimiento se desvanece, donde las tradiciones que nos alimentan se olvidan como si nunca hubieran existido. Antoni Grau, un defensor de nuestra rica herencia pesquera, lanza una llamada de alerta: “La sociedad está perdiendo el conocimiento y la cultura del pescado”. Y no es para menos. En una época en que miramos más a las pantallas que a nuestras raíces, ¿cómo podemos permitir que esta joya gastronómica se convierta en un mero recuerdo?
La pérdida de un legado
El desinterés por el pescado fresco, la preferencia por opciones precocinadas o importadas, y el monocultivo turístico están tirando por la borda una tradición culinaria que ha sido parte de nuestra identidad durante siglos. Desde las pequeñas lonjas hasta los mercados locales, ese saber hacer ancestral corre el riesgo de desaparecer ante nuestros ojos.
Grau nos invita a reflexionar: “No podemos seguir ignorando lo que está sucediendo; debemos actuar ya”. La comunidad tiene un papel crucial en esta historia. Al final del día, somos nosotros quienes tenemos el poder de decidir qué queremos en nuestros platos y qué legado deseamos dejar a las futuras generaciones.