Mientras la tensión y el eco del referéndum del 1-O resonaban en cada rincón de Catalunya, aquí en Getafe, un grupo de adolescentes encontraba su escape. En lugar de salir a protestar o involucrarse en lo que sucedía a miles de kilómetros, nos sentábamos frente al televisor a disfrutar de ‘Merlí’. Era nuestra forma de conectar con el mundo desde la comodidad del sofá, como si ese profesor carismático nos enseñara más sobre la vida que cualquier noticiero.
Un contraste abrumador
En esos días oscuros y llenos de incertidumbre, el bullicio del barrio se mezclaba con los diálogos llenos de filosofía y juventud que se desbordaban en pantalla. No éramos ajenos a lo que pasaba; simplemente elegimos otra manera de vivirlo. Mientras otros luchaban por sus ideales y defendían sus derechos, nosotros navegábamos por dilemas morales y descubrimientos personales.
Aquel momento histórico tuvo su efecto también aquí, aunque lo vivimos desde una distancia segura. Cada capítulo era un reflejo de nuestras propias inquietudes; hablaba de amistad, amor y la búsqueda constante de identidad. Sin darnos cuenta, ‘Merlí’ se convirtió en nuestro pequeño refugio ante la tormenta política.