En nuestra sociedad, hay una realidad que a menudo se pasa por alto y que afecta profundamente a muchas mujeres: el alcoholismo. A pesar de los avances en la conciencia sobre esta problemática, muchas mujeres siguen sintiendo una presión enorme al momento de pedir ayuda. Ellas mismas lo dicen: «Nos cuesta mucho abrirnos y reconocer que necesitamos apoyo«. Este sentimiento de soledad y vergüenza se convierte en un obstáculo que parece insalvable.
El silencio que duele
A medida que profundizamos en este tema, nos damos cuenta de cuántas historias hay detrás del silencio. Las educadoras, las profesionales de la salud y tantas otras voces se levantan para ayudar, pero el miedo persiste. En Mallorca, por ejemplo, vemos cómo la retolación en castellano comienza a imponerse en nuestras carreteras. Sin embargo, ¿por qué es tan complicado hacer visible el sufrimiento de aquellas que luchan con este problema?
Mientras tanto, figuras públicas como Jordi González comparten sus propias experiencias desgarradoras. Él estuvo al borde de la muerte y vivió tres semanas en coma; su historia nos recuerda lo frágiles que somos y cómo debemos cuidar nuestra salud mental y emocional. Hay un eco potente en sus palabras, uno que resuena con quienes han sentido la presión del alcoholismo cerca.
No podemos quedarnos callados frente a esta realidad. Es hora de dejar atrás el estigma y comenzar a hablar abiertamente sobre el alcoholismo entre las mujeres. Porque cada voz cuenta y cada historia puede ser la clave para ayudar a otra persona a salir adelante.