Imagina el bullicio de una tarde de verano, con el sol brillando y familias disfrutando del mar. De repente, un Bugui, ese pequeño vehículo que todos conocemos, aparece a toda velocidad haciendo su entrada triunfal por unas escaleras. Esto no es una película, es lo que sucedió en la playa de l’Arenal. Una escena digna de contar.
Un momento insólito
Los presentes no podían dar crédito a lo que veían. El sonido del motor rompía la calma y las miradas se dirigieron hacia ese intruso inesperado que parecía haber perdido el rumbo. «¿Qué está pasando?», preguntó un bañista mientras intentaba proteger a sus hijos del espectáculo surrealista. Las risas se mezclaron con los gritos de asombro, creando un ambiente extraño entre lo cómico y lo preocupante.
La situación fue rápidamente controlada por los servicios de emergencia, pero queda claro que este tipo de incidentes nos recuerda la necesidad de estar siempre alerta en lugares públicos. No todo puede ser diversión y relax; hay veces en que la imprudencia toma el volante, literalmente.
A medida que más personas se aglomeraban para ver qué pasaba, quedó claro: estas cosas no deberían ser normales en nuestras playas. ¿Hasta dónde hemos llegado? Nos enfrentamos a un monocultivo turístico donde cualquier cosa parece valer con tal de atraer atención.