Juan Carlos Unzué no se anda con rodeos. Su voz resuena entre los problemas cotidianos de una comunidad cansada, que ya no puede soportar más cortes de luz. «Es desesperante ver la poca empatía de los que gobiernan; estamos hablando de vidas», dice con un tono lleno de frustración y verdad. En nuestra sociedad, donde luchamos a diario por conseguir un hogar digno por menos de 300.000 euros, parece que hay prioridades mucho más urgentes que la nuestra.
Una realidad dolorosa
Las historias se acumulan: tres personas intoxicadas por monóxido de carbono en un hotel en Palma, mientras que otros pelean contra el tiempo y sus escasos recursos para salir adelante. Y mientras tanto, aquí estamos, viviendo en un país donde se siente más como un tercermundista cada día que pasa.
Biel Àngel Morey comparte su lucha personal: «Quedé en el paro y sin saber nada sobre escalada decidí montar un rocódromo». Nos muestra que las adversidades pueden dar lugar a nuevas oportunidades, pero eso no quita el peso del día a día.
Y claro, nadie puede olvidar lo surrealista de la situación: Son Banya está más cerca de ser un símbolo del abandono que Las Vegas mismo. La falta de soluciones es evidente y muchos miran hacia el Gobierno pidiendo ayuda urgente. Sin embargo, parece que las promesas quedan siempre flotando en el aire, como esos vuelos turísticos sin rumbo claro.