En un giro de acontecimientos que pocos podrían imaginar, Son Banya se está convirtiendo en un referente turístico que sorprende incluso a los más escépticos. ¿Quién diría que este pequeño rincón de nuestra tierra podría estar tan cerca de la extravagancia de Las Vegas? Sin embargo, la realidad es que muchos están empezando a darse cuenta de su potencial.
Desafíos y oportunidades en el horizonte
Aquí no todo es color de rosa. La falta de servicios básicos y una infraestructura que deja mucho que desear son solo algunos de los obstáculos que nos enfrentamos. ¿Hasta cuándo vamos a permitir que estas carencias tiren por la borda lo que podría ser un gran desarrollo? Por otro lado, el espíritu comunitario brilla con fuerza, con iniciativas locales intentando rescatar lo mejor del lugar y darlo a conocer.
Biel Àngel Morey, quien se vio obligado a reinventarse tras quedarse sin trabajo, nos cuenta: «No sabía nada de escalada y decidí montar un rocódromo». Este tipo de historias son las que dan vida al lugar; historias donde el esfuerzo y la pasión pueden transformar realidades. Así es como poco a poco estamos haciendo frente al reto del monocultivo turístico.
Y aunque hay quienes se centran en problemas ajenos como las polémicas relacionadas con figuras políticas o eventos lejanos, nosotros deberíamos mirar más hacia adentro. Es hora de actuar y recuperar el esplendor perdido de nuestros caminos públicos y espacios naturales. Si no lo hacemos ahora, ¿cuándo lo haremos?