La comunidad de Pere Garau ha decidido no quedarse callada. Los problemas que llevan años arrastrando, como la acumulación de basura, el polvo en el aire y la inseguridad, han llevado a los residentes a enfrentarse con determinación al Ayuntamiento. En cada rincón del barrio se escucha la frustración, y muchos aseguran que ya es hora de tomar cartas en el asunto.
Un grito colectivo por un cambio necesario
No es solo una cuestión estética; se trata de calidad de vida. “Esto parece un vertedero”, comenta María, una vecina que no oculta su indignación. El desinterés por parte de las autoridades ha sido evidente, dejando a los habitantes con la sensación de que sus quejas caen en saco roto.
A medida que avanza el día, las calles muestran su triste realidad: papeles volando y contenedores desbordados. La falta de limpieza no solo afecta la imagen del lugar, sino también la salud y seguridad de quienes allí residen. Los niños juegan entre montones de desperdicios mientras sus padres miran con preocupación.
“No podemos seguir así”, añade Carlos, otro vecino comprometido con el bienestar comunitario. La unión entre ellos es palpable; están decididos a luchar por un entorno más limpio y seguro para todos. Y aunque saben que el camino será largo, están listos para exigir lo que merecen: una comunidad digna.