Hoy nos despertamos con una tristeza profunda al conocer la noticia de la muerte de Montse Guillén, una auténtica pionera que llevó los sabores de nuestra querida cocina catalana hasta el corazón de Nueva York. Su pasión por la gastronomía no solo conquistó paladares, sino que también abrió un puente cultural entre dos mundos que parecían distantes.
Un legado imborrable
Montse no fue solo una cocinera; fue una embajadora de nuestra tierra. Con su restaurante en Manhattan, logró crear un espacio donde cada plato contaba una historia y cada ingrediente estaba cargado de tradición. Se dice que ella misma decía: «La comida es el mejor idioma para conectar con otros». Y vaya si lo consiguió.
A lo largo de los años, su dedicación y esfuerzo no pasaron desapercibidos. Muchos chefs y amantes de la cocina han encontrado inspiración en su trabajo. La huella que deja Montse es tan profunda como las raíces culturales que defendió siempre. Su vida es un recordatorio del poder de nuestros orígenes y del valor de compartirlos con el mundo.
No podemos olvidar cómo su espíritu luchador se manifestaba en cada evento gastronómico, donde compartía sus conocimientos con entusiasmo contagioso. Ahora, más que nunca, debemos recordar su legado y seguir celebrando lo que ella tanto amaba: la cocina catalana.