La comunidad educativa está en pie de guerra. La Facultat d’Educació i Filologia Catalana se ha plantado con firmeza ante lo que consideran un ataque directo a la diversidad lingüística. El Plan de segregación lingüística, que ha levantado ampollas, parece que no va a salir tan fácilmente adelante.
Imaginen el escenario: los padres preocupados, los docentes indignados y los alumnos confundidos. ¿Hasta dónde vamos a llegar? Este plan no solo amenaza nuestra lengua, sino que también pone en jaque el modelo educativo que hemos construido con esfuerzo y dedicación. “No podemos permitir que se tire a la basura nuestra riqueza cultural”, dice uno de los profesores afectados.
Un grito de alerta
Por otro lado, la presión sobre el Gobierno es palpable. Desde la Obra Cultural Balear (OCB), han hecho un llamamiento urgente a todos los directores para que se resistan al plan de segregación. “Es una cuestión de principios”, afirman, y tienen razón: no podemos permitir que intereses políticos pasen por encima de nuestra identidad.
Aunque algunos líderes intentan justificar sus decisiones bajo promesas vacías, es evidente que este camino lleva a un callejón sin salida. La educación debe ser un espacio inclusivo y diverso, no un campo de batalla ideológico. Y ahí es donde nosotros, como sociedad, debemos hacer oír nuestra voz.
No olvidemos tampoco la situación económica: mientras hay quienes pelean por su legado cultural, otros siguen haciendo negocios como si nada pasara. En medio del caos político y educativo, se aprueban medidas como ampliar las superficies hoteleras sin pensar en las consecuencias para nuestras comunidades locales.
Así están las cosas en nuestras islas. Nos enfrentamos a una encrucijada donde cada decisión cuenta y cada voz importa. Es momento de unirnos y luchar por lo que creemos justo antes de que sea demasiado tarde.