En el corazón de las Islas Baleares, los debates sobre la construcción se vuelven cada vez más intensos. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar? Cada rincón de Mallorca tiene su propia historia que contar y, lamentablemente, muchas de ellas están marcadas por decisiones que parecen tirar a la basura lo que realmente importa: nuestra tierra y nuestra identidad.
Una crisis habitacional que no cesa
Las cifras son alarmantes. Se habla de la necesidad de 58.000 viviendas nuevas en los próximos 15 años. Pero, ¿acaso eso justifica arrasar con nuestros espacios naturales y convertirlos en meras estructuras de hormigón? Antes, veíamos cómo se acogían a 200 niños saharauís, y ahora nos quedamos con solo 29 para el verano del 2024. Eso sí que es un retroceso social.
A veces parece que nuestras autoridades están más preocupadas por llenar sus bolsillos que por cuidar del bienestar de sus ciudadanos. La tala indiscriminada en lugares como el aeropuerto de Palma ha encendido las alarmas. Los vecinos gritan: “¡Plantar un pino joven no compensa cortar uno de 30 años!”. Este sentimiento es compartido por muchos; la naturaleza no es un recurso renovable en términos económicos, ¡es nuestro hogar!
No podemos ignorar cómo algunas voces claman contra lo que consideran una falta total de respeto hacia nuestros espacios verdes y nuestras tradiciones. Y mientras tanto, seguimos viendo cómo se promueven jornadas sobre prostitución desde instituciones educativas, algo que muchos consideran totalmente inapropiado.
Mientras tanto, el nuevo vicepresident del Consell Escolar será elegido no por el pleno sino por los alcaldes… ¿dónde queda nuestra voz en todo esto?
Parece claro: debemos unirnos como comunidad para hacer frente a estas decisiones que nos afectan a todos. La defensa del entorno debe ser prioridad si queremos seguir disfrutando del verdadero encanto mallorquín.