El pasado 5 de abril, Santanyí se transformó en el epicentro del sabor y la tradición con la segunda edición de la Fira de l’Ensaïmada. Un día radiante atrajo a cientos de vecinos y turistas a la Plaça de s’Abeurador, donde las sonrisas y el aroma a ensaimadas frescas llenaron el aire. Este evento no solo celebró el famoso dulce mallorquín, sino que también puso en valor los productos locales a través de una muestra de artesanía que fue todo un acierto.
Una feria que une sabores y cultura
A medida que avanzaba la mañana, los asistentes se sumergieron en un ambiente festivo, con puestos repletos de ensaimadas procedentes de hornos y pastelerías con más de 50 años de historia. Cada bocado era un viaje al corazón de nuestra gastronomía. Las variedades ofrecidas eran tantas que parecía imposible elegir solo una. Pero esto no era todo; había un rincón especial para la artesanía local, donde artesanos, panaderos y pasteleros mostraban su trabajo en vivo, invitando a todos a participar en talleres.
La alcaldesa, Maria Pons, junto a Llorenç Galmés, no dudaron en compartir su entusiasmo por este evento que cada año se afianza como un referente cultural. «Es una oportunidad increíble para celebrar lo nuestro», comentaron mientras sostenían una ensaimada gigante que deslumbraba por su tamaño y presentación.
Además, la música también jugó su papel protagónico con actuaciones vibrantes como las del grupo Arrel a l’Antigor y Sarau Alcudienc, haciendo bailar incluso a los más escépticos. En definitiva, Santanyí se convirtió en una gran fiesta familiar donde cada rincón contaba una historia. Porque aquí no solo vendemos dulces; celebramos nuestra identidad.