En la plaza de la Porta Pintada, donde el tiempo parece detenerse, el historiador Ramon nos guía con entusiasmo a través de un viaje por el corazón comercial de Palma. Comenzamos en VillaJuana, un edificio que data de 1914, símbolo del Eixample y testigo mudo del crecimiento de una ciudad que ha cambiado tanto desde que se derribaron sus murallas. Justo en su planta baja encontramos el Forn La Mallorquina, un lugar que respira historia y sabor.
A menudo, los tesoros culturales pasan desapercibidos para el palmesano de a pie que va corriendo de aquí para allá. Pero esos comercios emblemáticos siguen ahí, aguantando como pueden en estos tiempos difíciles. Con cada paso, Ramon nos descubre lugares mágicos que mantienen viva la esencia de una Palma casi olvidada. Y así es como arranca esta aventura organizada por PalmaActiva, donde las rutas por los comercios históricos comenzaron el pasado 26 de noviembre y se alargarán hasta el 29 de abril.
Nostalgia entre calles
La primera parada es La Mallorquina y seguimos hacia el bar Cristal, un lugar donde la historia se siente palpable. Ramon nos relata cómo este local fue fundado por un francés con mucho estilo y durante años fue punto de encuentro hasta caer en manos equivocadas. Afortunadamente, ahora ha vuelto a ser gestionado por sus creadores originales.
Caminamos sobre los restos visibles de lo que una vez fue la antigua muralla; incluso el pavimento cuenta historias. Al llegar a la calle Sant Miquel hacemos una nueva pausa ante la Joyería Miró, abierta desde 1932 y ahora llevada por las hijas del fundador Pedro Miró. Sin embargo, no todos tienen esa suerte; muchos negocios emblemáticos no han logrado asegurar su continuidad familiar.
No muy lejos está Almacenes Plovins, fundados en 1947 y conocidos por llevar ropa a toda la Part Forana tirando de carros tirados por animales. ¿Y qué decir del mercado del Olivar? Aquí se encuentra Cafés Llofriu, abierto desde 1866. O Can Jaume Artesans, vendiendo productos desde hace más casi un siglo.
A medida que avanzamos por la calle Velázquez –una vía peatonal repleta de recuerdos– recordamos viejos comercios como Tiburón o Princesita. Aunque Gómex sigue en pie, algunos otros han quedado atrás en esta vorágine moderna: como Ferretería Mateo o el horno junto a Porta Sant Antoni.
Pese a las nuevas franquicias y productos importados que invaden nuestras calles, hay negocios tradicionales como Calçats Neus Palou o Gelateria Can Miquel que resisten estoicamente al paso del tiempo. Ramón concluye con una reflexión: «Hay alrededor de 130 comercios emblemáticos; muchos han cerrado porque no hay relevo generacional. Los que quedan son verdaderos tesoros».

